Dejar de ser "víctimas" para ser protagonistas de #ElReencuentro |
Durante sus años como alcalde de la ciudad de Nueva York, el lenguaje de
Rudolph Giuliani fue cambiando como consecuencia de sus crisis personales y,
más tarde, de los ataques terroristas contra el World Trade Center el 11 de
septiembre de 2001. Durante esos años su lenguaje pasó de ser retador y
considerado el de un bully con la prensa y su adversarios políticos, al propio
de alguien que podía expresarse con calor, compasión e incluso como un héroe.
Todo esto lo sacamos de un estudio hecho en la Universidad de
Texas. Allí se asocia que el enfrentamiento de “Rudy” con el cáncer,
divorcio y reconocimiento de sus relaciones escondidas lo tornaron más abierto
y conciliador. El alcalde que tuvo que enfrentar el 11 de septiembre fue, en
ese momento aciago, un líder que puso el bien común por delante, y
no las consignas políticas ni de odio. Sus gestos lingüísticos lo transformaron
en un héroe. Al parecer Giuliani fue tomando consciencia de su humanidad por
encima del poder.
Mucho más veleta y sin ponerse en momento alguno de su vida al frente de
todos los venezolanos, el mismo Hugo Chávez moderó su lenguaje de odio, cada
vez que las crisis personales lo azotaron. Son famosas sus confesiones al
Monseñor Porras y sus delirantes oraciones a Dios cuando la agonía de su
enfermedad lo apartó de su ansiado poder. Sin embargo, sus gestos
heroicos solo fueron consagrados a consolidar un enemigo interno, al que todos
sus seguidores debían odiar, así fuera su propia madre. Chávez mostró
humanidad y miedo ante su adversidad personal, pero nunca cuando sostenía una
situación de poder y ventaja. Como Presidente nunca mostró compasión con la
vulnerabilidad del desarmado, nunca dejó de ser un bully despiadado
con quien escogía como enemigo.
Sus herederos, como imitadores al fin, quieren ser más despiadados que
su mentor. Como lo dijo Diosdado Cabello, Chávez era quien los mantenía a raya,
porque ellos querían (y ahora son) ser más radicales. Están mucho
más lejos de mostrar compasión y apertura, mucho menos de ser líderes heroicos
de todos los venezolanos en estos momentos de crisis profunda, sino que su
épica sigue atada a la eliminación del enemigo. Ser los máximos en la práctica
del bullying, ser los jefes violentos, los tiranos, totalmente
separados de cualquier liderazgo virtuoso.
La oposición no está mejor preparada lingüísticamente, pues, si bien
dicen querer liderar a todos los venezolanos, a menudo también tienen que
hacer caso su público de galería, so pena de perder su liderazgo del 12%
radical que ellos sienten es su base electoral. La que se moverá por ellos.
Sienten que su salida está en las elecciones y no la construcción de
#ElReencuentro de una Nación divida y que se está volviendo insensible y
despiadada. Mientras el poder sea el móvil, no emprenderemos el viaje inverso a
un lenguaje de unión, abierto y conciliador que requiere ser liderado por
alguien. #ElRencuentro simbólico de los venezolanos es lo más importante para
reversar el daño hecho por el uso cotidiano de la vieja máxima de que sostenerse
en el poder justifica cualquier tipo de medios y lenguaje violentos.
#ElReencuentro venezolano no implica en modo alguno la desmovilización
de la protesta ni la abdicación de nuestras posiciones, pero sí requiere el
entendimiento que nuestro padecimiento es compartido por todos y todos debemos
enfrentarlo, pero consolidando nuestra unión como Nación.
Muchos nos dicen que esto para después de que “caiga el enemigo”, pero
esto no será posible si asociamos al “enemigo” con el que no piensa como
nosotros y que es nuestro hermano de nacimiento. Ni
siquiera se debe pretender que “entiendan” o convencerlos de la
desnaturalización y traición a la patria de nadie, sino de que nuestro enemigo
es no hacernos responsables de lo que pasa. El viaje inverso es también dejar
de ser víctimas de los revolucionarios para empezar a ser protagonistas de
#ElReencuentro venezolano.