jueves, 10 de abril de 2014

Todos alrededor de una empanadera en Pampatar

Por Rafael Pedraza Díaz

Aquí somos 99.9% venezolanos
Leyendo la prensa por el 2002, encontré la información recién comprobada de que los seres humanos somos 99.9% idénticos, genéticamente hablando. Todas nuestras diferencias vienen de un 0.1%. Eso era un duro golpe con data dura para los racistas, y para todo al que le guste la discriminación en general.
Lo cual es paradójico, porque no es fácil verse como iguales.  Sin embargo, esa investigación demuestra que la igualdad está en la esencia, y lo que para la naturaleza es un “redondeo”, en nuestra percepción son esas “puyas” las que  nos hacen ver como muy diferentes. Pero, ¿cuánto lo somos realmente?
Siempre recuerdo  que un día, en mi pre-adolescencia en Nueva York, leía una revista de historietas de humor negro llamada MAD en la que había una viñeta donde aparecían dos turistas asiáticos que miraban pasar una limosina en La Gran Manzana y uno le decía al otro, “es ese el vicepresidente o el alcalde”, y el otro replicó, “no lo sé, todos estos occidentales se ven iguales”. Lo que nos resulta ajeno, siempre nos parece poco diferenciable.
Lo cierto es que tendemos a generalizar, tendemos a igualar, pero al mismo tiempo nos gusta sentir que somos totalmente diferentes, que somos el centro del mundo y los faros desde donde se imparte la luz al mundo. Toda exageración es en esencia una distorsión.
Entonces de alguna manera toda interacción con los congéneres depende de si decidimos enfocarnos en ese 99.9% de esencia idéntica o en el 0.1% que nos diferencia. Culturalmente, económicamente y socialmente, por supuesto que las diferencias pueden ser enormes, pero igualmente es nuestra decisión si queremos volver a la esencia que nos une de manera irrefutable hoy y siempre.  Todos podemos enfocarnos en  ser humanos.
Somos venezolanos, no sólo chavistas o de oposición.  Hay gente mala y perversa, pero la mayoría de las personas que conocemos le podemos decir, hermano, chamo, corazón, mi amor, compinche, compadre, maestro, paisano.  Es como cuando nos reunimos alrededor de una empanadera en Pampatar a degustar sus multisápidas frituras de dominó, de cazón, de pabellón, de carne molida y las infaltables de queso blanco rallado; allí somos 99.9% venezolanos, que nos gusta lo salado con el toque dulce y especies, pues somos eso, la misma vaina, bien o mal aderezada.
A mí me gustaría ver una conversación cuyo resultado deseado sea la convergencia entre Nícmer Evans y Pedro García Otero, y ver si pueden rescatar su esencia por encima de diferencias aprendidas. Me gustaría ser testigo de un verdadero Reencuentro Venezolano.

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